marzo 2025 Charo García Barrigón
Somos mujeres de tierra y Tierra, somos mujeres de viento y fortaleza, somos mujeres de ganado y naturaleza.
La Tierra es nuestro sustento y en un ciclo eterno de ella nace todo lo que nos mantiene vivas; no hay duda, ella es nuestra aliada, casi nuestra religión, entendiendo que gracias a ella existimos y vivimos, y nuestro vínculo con ella va más allá de lo meramente vital.
Día a día la caminamos, observamos y cuidamos, nos fusionamos con ella en una hermandad indisoluble de necesidades y aprecios mutuos. La Tierra y nosotras somos una y nos cuidamos, nos queremos juntas y vivas, vivas junto a todas las mujeres de la Tierra que luchan por alcanzar su derecho ser, a decidir sus propias vidas, a vivir como iguales dentro de la necesaria y compleja socialización humana, el derecho a ser libres como el viento con que la madre espolea a la vida.
Entendiendo al viento que casi siempre empuja con suavidad y a veces arrasa, como pastoras que somos las GeRes y sobre todo como mujeres, debemos seguir su filosofía libertaria: Como pastoras nos sentimos libres bajo la cúpula del cielo; caminando hacia el horizonte se llega a sentir la más intensa de las libertades; nómadas acorde a su naturaleza. Como mujeres, aún estamos aprendiendo a soltar las amarras impuestas, a desatar nuestras cuerdas para que vuelen las cometas a la misma altura que las de los hombres.


En el juego de los poderes, ellos decidieron ser bosque y solo nos dejaron a las mujeres ser hierba: siempre bajo su sombra, cuidando la tierra que los mantiene erguidos y que para ellos también es vital. Pero aunque en la sombra es difícil vivir, las mujeres nos hemos hecho fuertes, resistentes, flexibles y sororas, y esas cualidades nos hacen luchar juntas para conseguir un ecosistema equilibrado, donde los árboles tengan su lugar y las hierbas juntas sean invencibles, formen praderas que brillen al sol junto a toda la enorme biodiversidad que crece a su alrededor.
Las pastoras llevamos el ganado en el corazón, no podría ser de otra forma siendo praderas, conociendo la libertad del horizonte, entendiendo a la Tierra, tan femenina ella, tan equilibrada, tan hermana, tan madre, tan diosa. Las mismas circunstancias de ser pastoras, cuidadoras del ganado en la naturaleza, nos dan esa sensación única de libertad nómada y a la vez la soledad que impone el pastoreo. Pero, aunque desperdigadas por vastos territorios, somos muchas y desde una invisibilidad abonada por las distancias nos hemos unido fortaleciendo nuestros vínculos a través de las tecnologías, a través de las redes, nutridas y nutriendo con ellas; somos fuertes, resistentes, flexibles y soróricas como las praderas, y sabemos que unidas podemos llegar tan arriba como la «gramundina» de los bosques, para sentir el viento con la misma intensidad que nuestros iguales, los hombres. El cielo es tan inmenso que en él cabemos tod@s sin estorbarnos, solo son necesarias voluntad, entendimiento y destreza para volar junt@s a la misma altura.
*Garamundina: cúspide, el punto más alto de un árbol.

Somos pastoras, madres y damas,
mujeres de corazón verde y alma morada.
Somos rurales de bosque, pradera, alimento y lana;
el azulado techo es nuestra oficina solitaria.
Impulsamos latidos para que te unas a esta loca cruzada de anudar lazos para derribar todas las barreras que se levantan.
Flores de pétalos morados y tallos verdes que mueve el viento y nunca derriba
y que en cualquier lugar,
PROSPERAN.
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