Antes de Ganaderas en Red parecía que apenas había ganaderas/pastoras en el territorio; muchas lo pensamos muchas veces cuando las soledades del pastoreo no encontraban más respiro que algún caminante amable recorriendo los bellísimos paisajes pintados por dientes de herbívoro doméstico, laboreo humano y naturaleza parando a dar algo de conversación a una pastora entre la retama.
Pero nada más lejos de la realidad. España está llena de mujeres que ejercen el pastoreo o actividades ligadas a este, dando sus cuidados a bosques, montes y praderas, y cómo no a familia, territorio, pueblos y agro, mujeres de perro y cayado que han vivido casi siempre en silencio en los entresijos de una actividad visualmente masculina, invisibles ante sociedad e incluso entre nosotras mismas, con una economía dependiente y carga de trabajo notoriamente mayor a la media.
Muchas de las que ahora formamos parte de este maravilloso grupo, reconocemos que ha habido un antes y un después en nuestras vidas tras el nacimiento de Ganaderas en Red. Intuir que pudiera haber más mujeres en la península ejerciendo el pastoreo no nos evitaba la soledad del aislamiento que impone el ejercicio del mismo. La naturaleza entre la que nos trabajamos nos hace más libres que a otras mujeres, pero aísla tanto de la sociedad que se pierde la perspectiva que mueve las necesidades de socialización, de apertura a un mundo de derechos humanos, tan invisibles en el aislamiento para muchas de nosotras como nosotras lo somos para la sociedad.
Desde esa soledad en nuestro respectivo territorio pastoreado, ni nosotras mismas podíamos pensar que uniéndonos a través de las redes no solo evitaríamos el aislamiento que el inmenso mosaico de naturaleza y agro nos imponía, sino también la triple invisibilidad asociada a nuestro género y modo de vida: ser mujer, rural y pastora.
De todos es sabido esa invisibilidad forzada que como mujer nos ha impuesto la sociedad desde tiempos inmemoriales, de la que poco a poco vamos saliendo. Pero menos palpable es la invisibilidad de los habitantes rurales, muchas veces privados de derechos básicos que los urbanos dan tan por sentado y que afecta en mayor medida a las mujeres, víctimas de una mayor dependencia económica precisamente por esa falta de derechos básicos, además de recursos sociales y laborales. Y por supuesto la invisibilidad de las pastoras, que siempre han cargado en gran medida con los cuidados que, como no puede ser de otra forma, también ha recaído sobre ellas en el pastoreo: ya sea como pastoras a tiempo completo, mientras la cabeza de familia trabajaba o trabaja fuera, como ayudantes forzosas no reconocidas en todas las labores asociadas a su ganadería extensiva familiar, como suplentes eternas en épocas de emigración..
Hoy, esta red de ganaderas/pastoras cumple, además de hacer visible ante la sociedad esa enorme labor socioambiental que desempeñamos las pastoras, otras funciones muy muy importantes para nosotras y nuestro crecimiento personal: apoyar, acompañar, informar y potenciar nuestras virtudes y lazos.
Soledad,
te ocultas entre los prados pincelados de plácidos animales,
entre las hojas de los árboles que protegen del calor y del viento como madres cuidadosas,
entre los cantarines regueros que bajan por los montes saltando su transparencia entre piedra y piedra,
entre la bóveda temblorosa de la fría noche estrellada,
entre el silencio atronador, calmante y eterno de la flora y la fauna
Soledad de pastora de perro y cayado que callas sus palabras con el infinito reinante,
tan alejado del mundano atronar de máquinas, humanos y cemento que nutre la soledad pero nunca el alma.

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